Relatos de lo Inesperado, Roald Dahl
Originalidad. Genialidad. Talento. Perspicacia. Extraordinaria observación. Minuciosidad. Podría llevarme todo el día citando virtudes que se le pueden atribuir a Roald Dahl (1916-1990) tras leer Relatos de lo Inesperado, pero lamentablemente me veo obligado a hacer una reseña más moderada.
Este maestro del cuento y del relato corto, británico pero de origen noruego, se ha hecho mundialmente conocido por sus best-sellers para niños, como El Superzorro, Charlie y la fábrica de Chocolate, Matilda o James y el Melocotón Gigante, pero por lo que se ha hecho respetado entre el público adulto ha sido por las publicaciones de antologías de sus relatos, llenas de intriga, humor negro, giros narrativos, finales sorpresivos… y maldad, mucha maldad. A modo de curiosidad, también fue el guionista de la película de James Bond Sólo se vive dos veces.
Relatos de lo Inesperado es, de estas antologías, la más conocida, aunque La Venganza es Mía S. A. no es mucho menos en cuanto a la calidad de sus relatos.
Las apuestas, la venganza, los rencores, la avaricia y la perversidad en general conforman los elementos más característicos del conjunto. Aunque algunos relatos están más conseguidos que otros, es de resaltar que entre todos constituyen una especie de grupo conceptual, como si los relatos estuviesen interrelacionados entre sí, cuando no lo están, ni en ambientes, ni en situaciones, ni en personajes.
En La Señora Bixby y el Abrigo del Coronel y Placer de Clérigo se aborda el tema del estafador estafado, con una sutileza que pone los pelos de punta al lector; a mi modo de ver, los más conseguidos son los que tratan sobre la venganza de la mujer contra su marido, tras un resentimiento que ha podido durar años, que son William y Mary, La Subida al Cielo y Cordero Asado. El terror es más explícito en Edward el Conquistador, La Patrona y Jalea Real, en la que se insinúan unas consecuencias espantosas y deja al lector con un montón de preguntas no contestadas. Por último, hay que destacar el relato Galloping Foxley, en el que un hombre feliz con una vida rutinaria recuerda el pasado de una manera escabrosa al prejuzgar a un pasajero del tren que toma todos los días.
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